Formas de la Esperanza Mesiánica
En Israel la concepción de la dirección religiosa abarcaba cuatro ideas cardenales.
Toda autoridad Viene de Dios, y esa voluntad podía cumplirse mediante ciertos instrumentos personales aprobados por él. Tal representante podía ser un profeta, el cual hablas directamente en nombre de Dios; un sacerdote, que se acercase a Yahvé a favor de su pueblo; un ángel, enviado por en misión especial de amonestación, ofrecimiento o instrucción; o como un rey, electo bajo la dirección de Dios para guiar los acciones de Israel. El carácter personal de la esperanza mesiánica tomaba forma en estos cuatros conceptos.
1. La predicación de Malaquías de que Elías el profeta seria enviado para preparar el camino del Mesías (Malaquías 3, 1; 4,5) se tomó por algunos como referencia, no al precursor, sino al Mesías mismo. Es probable que la idea de un Mesías profético se alentase también por Deuteronomio 18, 15, “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Yahvéh tu Dios”. Esto condujo ala esperanza de que Dios introdujera la Edad de Oro de Israel con la persona de un gran profeta que llenaría la parte del Mesías. Tal esperanza aparece sin duda en I de Macabeos ( 4, 46 ; 5, 16 ), y sobrevive hasta los tiempos del Nuevo Testamento, como es evidente en las opiniones normales acerca de Jesús, descritas en Mateo 16, 14 y en las preguntas que la delegación de Jerusalén hizo a Juan el bautista ( Juan 1 ,21 ). En estas circunstancias, es Obvio que el ministerio del Bautista se , dirigió con singular brío a tal esperanza. Generalmente se acepta como un hecho histórico, que muchos de los discípulos de Juan el Bautista rehusaron abandonar su creencia en él como un verdadero Mesías, y perpetuaron hasta el siglo segundo una secta en la que se predicaba a Juan como Mesías, en oposición a Jesús. Esta concepción debió haber estado basada en la esperanza de un profeta mesiánico, porque difícilmente podía asignársele a Juan otra clase. Este aspecto de la esperanza mesiánica muy probablemente era sostenido y perpetuado por el vehemente anhelo, en los corazones de los más espirituales, de una vuelta al espíritu de profecía. Esta esperanza profética, sin embargo no era muy sobresaliente en el Judaísmo. Los samaritanos esperaban a un Mesías profético, pero los judíos tenían como importante otras esperanzas.
2. En la historia ínter bíblica más presente, aparece la concepción de un sacerdote mesiánico. El avivamiento de la esperanza en el corazón de Israel, motivados por los Macabeos, dirigió las esperanzas del pueblo hacia la tribu de Leví. Cuando las funciones de príncipe y sacerdote se unieron en simón, se dio especial impulso al desarrollo de dicha esperanza. El Testamento de los Doce Patriarcas, en las secciones más antiguas, que fueron compuestas durante la época de los Macabeos, se aguarda un Mesías sacerdotal de la tribu de Leví, sin embarga adiciones hechas más adelante enuncian la opinión relevante de que el Mesías sería de la tribu de Judá. Posiblemente de vestigios de ese parecer se encontraron en otra literatura de origen precristiano, fuera del periodo Macabeo, lo que se cree es que tal opinión fue de poca aceptación
3. Muchos del Judaísmo persistían en un Mesías sobrenatural. Como los poderes terrenales continuaban su opresión y el descontento del judaísmo con el presente orden del mundo crecía con mucha fuerza, era insostenible que la concepción del Mesías llegase a ser más relevante. Israel nunca había hallado estable alivio de fuentes humanas, pero por lo contrarío siempre retornaba a sus dificultades, en los caudillo humanos cuando se sublevaban y brillaban como resplandecientes promesas durante un tiempo, y luego declinaban y dejaban a la nación en situación peor que la anterior. Por tal razón muchos de los mejores espíritus desaparecen de la liberación humana, aún bajo el mandato y dirección divina. La intervención debería de venir del cielo y no de la tierra. De aquí que el Mesías fuera concebido como un ser angelical, preexistente y de carácter suprehumano, que sería enviado de los cielos por Yahvéh para liberar a su pueblo de la opresión.
4. Sin embargo el pensamiento más popular del Mesías era el de un rey guerrero, que surgiría como un héroe político y figura militar, para convocar bajo su ley a los judíos de todas las naciones y llevarlos en victorioso ofensiva contra sus enemigos. Los tiranos paganos serían aniquilados y la raza escogida de Dios sería la conquistadora del mundo. En este concepto se esperaba que el Mesías fuese descendiente de David, era algo natural, David había sido el gran héroe-rey de las tribus unidas, y su descendencia había demostrado ser mucho más firme que la de Jeroboam. Este concepto de un Mesías real davídico, alcanzo ascendencia en la pasión popular del judaísmo, especialmente en momentos cuando la dominación pagana llegó a ser más fastidiosa y tiránica, como en el período de la persecución Siria y durante los dos siglos de dominación romana ( véase imperio romano ). Durante esos tiempos, la esperanza de la nación se torno hacía un jefe guerrero (En los relatos del Nuevo Testamento Mateo 21,9; 22,42; Marcos 13,35; Lucas 20,41 y ssg/es), aparece como la opinión general en los tiempos de Cristo, y hay numerosos testimonios al respecto de oras fuentes, que fundamentan este punto de vista de los evangelios. Lo cual tuvo su principio en el Antiguo Testamento, donde la restauración de la línea davídica se proclama ampliamente (Véase Isaías 9,7; 11,1; Jeremías 23, 5 y 6 ). Aparece en I de Macabeos (2,57) y muy especialmente se expresa en los Salmos de Salomón (Véase especialmente 17,5 y 23). Señales indiscutibles de este concepto aparecen por doquier en la literatura del Judaísmo (por ejemplo IV de Esdras 12,32). Las versiones rabínicas de Isaías 11, 1; 14, 29, consecuentes dan testimonio de este pensamiento.
Es cierto que la opinión común el Tiempos de Cristo era que el Mesías sería una figura real y del linaje de David. Después de Cristo la esperanza de un príncipe guerrero se mantuvo por varías generaciones como el concepto mesiánico relevante del judaísmo, y ocasionó la destrucción final de su vida nacional.
De esta manera la opinión acerca del libertador de Israel desde la anticipación de un potentado puramente político que, por la fuerza militar, lograría la independencia nacional y sometería a los enemigos de Israel, hasta de un ser apocalíptico que vendría desde el cielo, acompañado de manifestaciones sobrenaturales, y destruiría a sus enemigos por medios sobrenaturales. Esta última opinión fue sostenida por los espíritus más místicos, pero es por esta misma razón la más ampliamente expresada en la literatura del judaísmo. La primera era la concepción popular, la opinión favorita de las muchedumbres. Sin embargo, aún el juicio popular parecía haber esperado que el origen del Mesías estuviese envuelto en el misterio Véase Juan 7,21 y siguientes) y que su misión fuese confirmada por demostraciones sobrenaturales (Compárese Mateo 12,38; Juan 7, 31).
Características Básicas del Mesianismo
Para obtener un entendimiento inteligente y comprensivo del carácter fundamental de la esperanza mesiánica, es tener en cuenta tres elementos básicos que correspondían al carácter esencial de la idea mesiánica y, prácticamente posesión común de todo el judaísmo.
1. La esperanza mesiánica consideraba una intervención especial del poder divino. Esta esperanza de los judíos encontró su fundamento principal en su fe de que Yahvé los había apartado como una posesión peculiar y escogida, y había hecho con ellos su Pacto de que nunca repudiaría sus relaciones especiales con ellos. De aquí que creyesen que a su tiempo Dios intervendría y se manifestaría en alguna forma espectacular como libertador de Israel. Pero otro criterio, especialmente característicos de los Oráculos Sibilinos, del Libro del Jubileo, y de la Ascensión de Moisés, era que Dios mismo, sin ningún intermediario, daría el triunfo a Israel. Según esta opinión, el Reino de Israel glorificado no sería una monarquía mesiánica sino una teocracia. Este era el ideal del movimiento de los zelotes.
2. Un elemento básico de la esperanza mesiánica común a todo el Judaísmo, era la espera de la suprema ascensión de la nación de Israel. La divina elección de Israel iba hasta el extremo de que Yahvé pudiese tener un pueblo que establecería su nombre en toda la tierra y haría suprema su ley. Por lo tanto los intereses nacionales de Israel y de la causa de Yahvé era lo mismo. Oponerse u oprimir al pueblo escogido significaba desafiar Yahvé y despreciar sus justas demandas. Esta situación de la raza hebrea los constituía en objeto legítimo del respeto nacional y consideraban que debían ser tratados con tal carácter. Pero por lo contrario, eran despreciados por los gentiles, cruelmente dominados y sometidos a la esclavitud por conquistadores imperiosos, uno tras otro, para ser abofeteados y estropeados en la más humillante forma. Para el devoto religioso Yahvé tendría que intervenir por lo que el era constantemente excitado por las naciones paganas y las consideraba como sus desafiantes enemigos. La edad mesiánica debía traer por la misma naturaleza del caso, la destrucción completa de los obstinados y la humilde sumisión al arrepentimiento. Aún de aquellos que nunca habían conocido a Israel, y consecuentemente no podrían ser culpables de una provocación a Yahvé, debían someterse a la nación escogida (Véase 2º. De Baruc 72, 5)Se esperaba que las potencias hostiles hiciesen un esfuerzo final desesperado y concertado para resistir al poder de Yahvé y sus elegidos solamente para ser vencidas y destruidas. Israel habría de llegar ser victorioso sobre todos sus enemigos y al volver toda la nación reinará en triunfo y bendición. Los que se había mostrado traidor a Israel. Estos no podrían tener parte en la Edad Mesiánica. De aquí que solo un remanente elegido participaría participación en los intereses sagrados de la nación, es decir en las glorias en el triunfo final de YAHVÉ y de la justicia.
3. Ora concepción básica sobre la cual el judaísmo como un todo estaba de acuerdo, era que la Edad Mesiánica traería la sujeción del mundo al gobierno de Yahvé y de su Ungido. El judío devoto creía que sería infinitamente mejor para los pueblos de la tierra el estar sujetos al absoluto, porque esto significaría la completa soberanía del Dios de Israel. Por supuesto, la pena de la destrucción total, o el eterno castigo de Gehenna, se aplicaría a un gran número de impenitentes, pero para aquellos que fuesen preservados, el cambio de condiciones seria una gran bendición. El Mesías reinaría en gloria y benificiencia, y la paz y la abundancia prevalecerían en toda la tierra. Los judíos creían y con razón que la absoluta soberanía de la voluntad de Dios produciría el estado más alto posible de felicidad humana. Esto habría de ser el principal complemento de la Edad Mesiánica. Los deseos carnales de la naturaleza humana opacarían hasta cierto punto, este ideal; pero es sorprendente observar cuán poco los deseos carnales influirían en las esperanzas que los judíos tenían de su Edad de Oro. Se esperaba que fuese una era de justicia trascendente, cuando la voluntad y la Ley de Dios mantendrían in disputado dominio, y el Mesías promovería y estimularía los más elevados principios de la vida recta. Cualquier cosa de la esperanza del futuro que se incluyese, estaría asociada con esa idea mesiánica. Era el centro vital de la religión judaica y producía un tipo de experiencia religiosa más espiritual que la que de otra manera podría haber sido posible en medio del formalismo farisaico. Era la sal conservadora de la vida religiosa judía, e hizo mucho más que cualquiera otra causa histórica en la preparación del recibimiento de Jesús.
Sin embargo es también cierto que la vida del judaísmo del primer siglo no contenía estimulo alguno más violento para las explosivas pasiones de odio racial y de prejuicio religioso, que esta misma esperanza mesiánica. Llego a ser la causa de una serie de disturbios, y estaba siempre lista para explotar con violencia, Uno de los grandes espectáculos de la historia fue la forma como Jesús utilizó los mejores elementos de este factor de la vida judía, y aún restringió sus manifestaciones extremas.
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