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domingo, octubre 05, 2008

Los Evangelios fuentes seguras del Jesús histórico



Por qué se puede considerar a los Evangelios como fuentes seguras para descubrir al Jesús histórico, real.

En primer lugar, hay que hacer una consideración debida: recordar que los Evangelios son, ante todo, testimonios de la fe. Sin embargo, no por ello no son libros históricos. Son escritos que están contados por hombres creyentes, que se dirigen a comunidades concretas y que buscan una utilidad, que es transmitir la revelación de Dios hecho hombre. Pero la fe de la comunidad primitiva se basa en la historia, se funda en hechos concretos, no en ideas. La fe de las primeras comunidades cristianas se nutre de lo que pasó, de los acontecimientos, y se convence por los hechos, no por las ideas. Por eso está profundamente interesada en la realidad de los hechos que creen. Por eso es absurdo admitir que los Evangelios pretenden ser sólo relatos, leyendas, para sustentar ideas. Tampoco hay que dejar de lado la consideración de que, en el tiempo en que fueron escritos los Evangelios, la fe significaba exigencia, riesgo, incluso de la propia vida, compromiso, sacrificio. Por ello, los primeros cristianos eran los primeros que estaban interesados de verdad en los hechos que sustentaban su fe, y sospechaban de las ilusiones. Querían tener sólidos fundamentos para vivir lo que tanto les costaba.

Es verdad que la primitiva fe cristiana se alimentaba con la confianza en las profecías del Antiguo Testamento, pero esto no pone en tela de juicio los fundamentos históricos de esta fe, pues la prueba de las profecías no radica en la predicción, sino en los hechos reales que le dan cumplimiento. La fe no pudo irrumpir espontáneamente con un entusiasmo vacío surgido sin ningún fundamento, sino que requería hechos reales para encender el entusiasmo de fe de la comunidad primitiva. La fe en Cristo Resucitado está documentada ya inmediatamente después de su muerte. Por ello, no se puede comparar el desarrollo de la tradición cristiana con las leyendas que han surgido a través de los siglos. La tradición cristiana no es sino la continuidad del testimonio inmediato de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, Dios hecho hombre. Para la fe cristiana primitiva no hay otra explicación fuera de los hechos históricos referidos en el Evangelio.

Los Evangelios no ocultan nada de Jesús



Los evangelistas no disimulan sus defectos ni la miseria, el abandono o los fracasos de Jesucristo.

La comunidad cristiana primitiva, el cristianismo primigenio, como lo llaman algunos estudiosos, es una comunidad claramente perceptible y delimitada. Constaba de los Apóstoles y de los discípulos, testimonios oculares de la vida y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, de su aniquilamiento y su glorificación. Su fe surgió espontáneamente desde la pusilanimidad y el desánimo, y se demostró con toda su fuerza en las persecuciones. El defecto de muchos estudiosos está en suponer que la tradición fue inventada por las comunidades, pero el hecho real es que el centro de la comunidad está en Jesucristo y que las comunidades no son creativas, no generan un pensamiento, sino que se refieren continuamente a hechos y dichos de Jesús. Incluso, los elementos propios de su cultura que incorporan a los relatos evangélicos o a las primeras cartas, aparecen siempre en función de Jesucristo y referidos a Él como un cedazo que ayuda a decantar su validez: es válido lo que responde a lo que Jesús hizo y dijo. La figura evangélica de Jesucristo tiene una originalidad absoluta en su época y en su contexto geográfico, aunque incorpore todas las realidades de ese tiempo y esos lugares.

La historicidad de Los Evangelios está garantizada también por la objetividad simple y sobria y por la elevación moral de lo relatado. El respeto de la verdad histórica se revela en la simplicidad de la exposición. Los evangelistas no disimulan sus defectos ni la miseria, el abandono o los fracasos de Jesucristo. Además, los datos que ofrece el Evangelio y que pueden ser corroborados con otras fuentes, siempre resultan ciertos, como la situación política de Palestina que presentan, las relaciones familiares de la dinastía herodiana, el oficio y carácter de Poncio Pilatos, los partidos judíos y las diferencias entre fariseos y saduceos, la discordia entre judíos y samaritanos, la vida cotidiana, las fiestas judías, el sistema monetario y muchos datos más que, en breve tiempo, fueron olvidados y que, después de la destrucción del templo de Jerusalén en el año 70, dejaron de existir. Comparando Los Evangelios con escritos judíos y romanos de la época, se percibe una completa coherencia. Por ello se deduce que es imposible que hayan sido escritos después, cuando ya no quedaban supervivientes que hubieran sido testigos presenciales de aquella época en aquellos lugares.

Por otro lado, Los Evangelios no revelan el influjo de ideas posteriores que, estaban ya en la mente de las comunidades cuando fueron escritos, como sucede con muchos pensamientos paulinos: la acción del Espíritu Santo, el carisma, la Iglesia de los santos, el rescate por la sangre de Cristo, etcétera. Son ideas elaboradas en las comunidades que no aparecen en los Evangelios. En éstos tampoco se ve una reflexión teológica, como la que se percibe en los escritos de San Pablo o en el epistolario de San Juan, de Santiago o de Pedro, por ejemplo, que son catequesis más elaboradas. Eso nos hace pensar que los evangelistas no buscaban hacer una elaboración de las ideas, sino contar fielmente los hechos y dichos de Jesucristo, tal y como sucedieron, aunque escribían mucho tiempo después y en el contexto de la fe de sus comunidades.

Norberto Rivera Carrera



La Inspiracón de las Sagradaas Escrituras


“Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. La santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y canónicos los libros enteros del Antiguo y del Nuevo Testamento con todas sus partes, porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado a la misma Iglesia. Pero en la redacción de los libros sagrados Dios eligió a hombres que utilizó usando sus facultades y medios, de forma que, obrando Él en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que Él quería.

“Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación. Así, pues, ‘toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y equipado para toda obra buena’ (2 Tim 3,16-17).

“Habiendo, pues, hablado Dios en la Sagrada Escritura por hombres y a la manera humana, para que el intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo que Él quiso comunicarnos, debe investigar con atención lo que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos y quería Dios manifestar con las palabras de ellos.

“Para descubrir la intención de los hagiógrafos entre otras cosas hay que atender a ‘los géneros literarios’, pues la verdad se propone y se expresa de maneras diversas en los textos de distinto género: histórico, profético, poético o en otros géneros literarios. Conviene, además, que el intérprete investigue el sentido que intentó transmitir y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época. Pues para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto las formas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, así como a las que en la época a la que se refiere el escrito solían usarse en el trato mutuo de los hombres.

“Y, como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura teniendo en cuenta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe. Es deber de los exegetas trabajar según estas reglas para entender y exponer totalmente el sentido de la Sagrada Escritura, con el fin de que, como en un estudio previo, vaya madurando el juicio de la Iglesia. Porque todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura está sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de Dios” (Concilio ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Dei Verbum, 11 y 12).

Los libros canónicos son inspirados




La Iglesia considera como libros canónicos a aquellos que están inspirados por Dios.

¿Por qué la Iglesia acepta el Evangelio de San Juan y no el Evangelio apócrifo de Judas? ¿Cuál es el criterio para saber qué libros son de la Biblia y cuáles no? La respuesta es que la Iglesia considera como libros canónicos a aquellos que están inspirados por Dios, por eso acepta el Evangelio de San Juan como un libro de la Sagrada Escritura, pero no el Evangelio apócrifo de Judas. Aquí, en este criterio de discernimiento, aparecen dos conceptos que merece la pena estudiar más a fondo: la canonicidad y la inspira

La Biblia católica y la ortodoxa están formadas por 43 libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo. ¿Por qué esos 43, y no 40 ó 52, por ejemplo?

Los libros reconocidos como Sagrada Escritura son llamados canónicos, de kanon, una palabra griega que significa “medida”, “norma”, porque esos libros son normativos para la fe ya que están inspirados por el Espíritu Santo y contienen la palabra de Dios.

Por canonicidad se entiende el reconocimiento que la Iglesia hace de un libro considerándolo sagrado, es decir, inspirado por Dios. La inspiración es el resultado de la acción carismática de Dios en el hagiógrafo, o escritor sagrado, el cual, usando de todas sus facultades y talentos (modo humano) y obrando Dios en él y por él (modo divino), pone por escrito todo y sólo lo que Dios quiere.

El canon de la Iglesia recoge todos los libros que la Iglesia reconoce como sagrados, es decir, de origen divino. A los libros incluidos en el canon se les llama canónicos y se dice que la Iglesia reconoce su canonicidad. Entre estos términos se establece la siguiente correlación: se considera canónicos a los libros sagrados; se considera sagrados a los libros que tienen a Dios por autor; y tienen a Dios por autor los libros que están inspirados por Él. Así se ve el vínculo entre los dos conceptos: canonicidad e inspiración están estrechamente unidos.

La revelación

Para entender a fondo la canonicidad y la inspiración, hay que partir de un concepto clave en la teología católica: la revelación. Es un tema que ya abordé en las cartas Segunda y Tercera de la serie Les transmito lo que recibí, y que aquí sólo quiero tocar por encima.

La revelación tiene un carácter sobrenatural, es decir, no es un conjunto de ideas fruto de la conciencia individual o colectiva del ser humano, sino una comunicación interpersonal que Dios ha establecido con el hombre. Esta comunicación se ha efectuado en la historia humana de un modo progresivo, hasta que llegó su plena y definitiva manifestación en Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre. La revelación no es una filosofía que los seres humanos se construyen, sino una palabra divina. Esa revelación la encontramos en la Iglesia. Cristo entregó su verdad y su gracia a la comunidad de sus discípulos para que ellos las transmitieran a todas las generaciones (Cf. Mt 28,18-20). Por tanto, la comunidad de los discípulos de Cristo, que es la Iglesia, ha recibido la revelación cristiana íntegra y completa, para transmitirla fiel e inalterablemente a todos los seres humanos. Así, lo que Cristo confió a los Apóstoles, estos lo transmitieron por su predicación y por escrito, bajo la inspiración del Espíritu Santo, a todas las generaciones hasta el retorno glorioso de Cristo

Norberto Rivera Carrer

Los Evangelios no son biograía completa de Jesús


verdad que, a partir de Los Evangelios no se puede construir una biografía completa de Jesucristo porque nos faltan muchos datos, pero sí se puede afirmar que los hechos y los dichos que nos presentan son fundamentalmente históricos, aunque puede haber diferencias de enfoques.

Los autores de los textos no quisieron escribir una biografía al estilo moderno, sino que buscaron transmitir fielmente, dentro de sus capacidades, los hechos y los dichos de Jesucristo, tal como se hacía en el mundo judío de entonces.

En Los Evangelios se basa casi exclusivamente el conocimiento histórico acerca de Jesús de Nazaret, ya que los escasos testimonios extracristianos sólo tienen un valor meramente complementario.

Las cuestiones sobre la verdad histórica acerca de Jesucristo no son sólo objeto de estudio de la historia, sino también de la teología.

La fe cristiana es una fe en hechos históricos con los que Dios realizó la salvación. La historia y la fe están ligadas indisolublemente. Por ello, si se descarta la verdad sobre el Jesús histórico, como secundaria y sin importancia, frente a la fe en el Cristo de la Iglesia, se desvirtúa la profesión de fe cristiana.

La tradición sobre Jesucristo muestra una sólida base histórica, aunque hay muchos elementos que no se pueden determinar históricamente y otros que presentan claras contradicciones.

Estos elementos de duda o de contradicción no nos deben escandalizar, sino que forman parte del dinamismo de la fe, que va más allá de la seguridad de nuestro saber racional para centrarse en Dios como garante de lo que creemos.

Nuestra fe en Jesucristo no es irracional y está sólidamente fundada en la historicidad de los testimonios y de los hechos, pero no es deducible de ellos de modo automático.

Sigue siendo necesaria la gracia, que “es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada, ser hijos de Dios (Cf. Jn 1,12-18), hijos adoptivos (Cf. Rm 8, 14-17), partícipes de la naturaleza divina (Cf. 2 Pe 1,3-4), de la vida eterna (Cf. Jn 17,3)” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1996).

La gracia “es necesaria para suscitar y sostener nuestra colaboración a la justificación mediante la fe y a la santificación mediante la caridad” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2001).

Norberto Rivera Carrera

Nazaret era un descrédito para Jesús

En su tiempo, decir que Jesucristo procedía de Nazaret era un modo de quitarle toda autoridad. Era imposible pensar que el Mesías podría venir de Galilea y, menos aún, de Nazaret. Mateo lo sabe y, aunque aduce el dato por respeto a la verdad, trata de justificarlo citando las Sagradas Escrituras.

Aquello constituía un escándalo para los judíos y una locura para los griegos y romanos (Cf. 1 Cor 1,23). Además, no se ahorran los detalles en las narraciones de la pasión de Jesús. Él, el Señor, aparece sufriendo, débil, en la oscuridad y el abandono de Dios; los discípulos muestran su cobardía y traición al Maestro. Estos detalles no ayudan a aceptar a Cristo como el Salvador ni a fiarse de los Apóstoles y discípulos que lo anuncian.

2. La procedencia de Jesús que no ocultan Los Evangelios. En su tiempo, decir que Jesucristo procedía de Nazaret era un modo de quitarle toda autoridad. Era imposible pensar que el Mesías podría venir de Galilea y, menos aún, de Nazaret (Cf. Jn 1,46). Mateo lo sabe y, por ello, aunque aduce el dato por respeto a la verdad, trata de justificarlo citando las Sagradas Escrituras (Cf. Mt 4,13-16). Esto indica que estamos ante un dato histórico real que no ha sido “retocado”.

3. El Bautismo de Jesús en el Jordán era un argumento a favor de cualquier adversario. El razonamiento es claro: “Si este supuesto Mesías se bautiza con Juan, quiere decir que Juan es mayor que Él”, o bien: “¿Cómo puede aceptar un bautismo de penitencia (Cf. Mc 1,4) si está exento de pecado?”. Con este dato del bautismo de Jesús, aparece muy rebajada su dignidad: podría ser un profeta, pero no el Mesías. Otra vez Mateo ve la dificultad de aceptarlo (Cf. Mt 3,14-17). Nadie hubiera pensado en inventarlo.

4. El hecho mismo de la resurrección de Jesucristo era un obstáculo real para la propagación de la revelación cristiana en el mundo helenístico (Cf. Hch 17,32) y, sin embargo, aparece como centro del relato evangélico; ni se suaviza ni se acomoda para que sea mejor aceptado.

***

Hay, además, muchos datos que se han sometido al examen histórico más profundo y han superado todas las pruebas. Entre ellos, se pueden citar los siguientes:

1. La actividad pública de Jesús comienza en Galilea y termina en Jerusalén. Los relatos que se refieren a Galilea y los que se refieren a Jerusalén presentan un ambiente distinto, bien caracterizado, perfectamente correspondiente con el entorno, en plena consonancia con lo que nos ofrecen otras fuentes. La población que entra en contacto con Jesús es distinta, el modo de enseñar de Cristo se adapta a las diferentes realidades. Hay una coherencia perfecta, por ello resulta muy difícil aceptar que haya sido algo inventado posteriormente.

Norberto Rivera Carrera

La crucifixión el hecho más cierto de jesús


La crucifixión es el hecho más cierto que conocemos de Jesús, el que aparece en más fuentes y con más seguridad. Sabemos que fue crucificado y sabemos casi al detalle cómo se produjo este suplicio, pero no conocemos plenamente los motivos y el papel de las personas que intervienen activamente en ella.




También resulta históricamente irrefutable que Jesús apareció como un rabbí (maestro) y fue considerado como tal. Aparece en público como un maestro de la ley que instruye al pueblo y va siempre rodeado por sus discípulos. Los que son contrarios a Cristo lo afirman con respeto (Cf. Mc 12,14) y le conceden una autoridad especial que otros maestros no tenían (Cf. Mc 1,27-28). Su doctrina aparece como nueva y va acompañada por signos y prodigios que incluso las fuentes extrabíblicas reconocen
Jesús está en relación con Juan Bautista, personaje que presenta una amplia garantía de historicidad testimoniada por múltiples fuentes. Jesús es familiar suyo, escucha su predicación, se hace bautizar por él, elige discípulos entre los seguidores que él tenía, y da un testimonio elevado de su integridad moral y espiritual (Cf. Mt 11,1-4).

Jesús convoca a un grupo de discípulos en torno a Sí, igual que hacían los maestros rabínicos de su tiempo. Viven junto a Él, que les dedica lo mejor de su tiempo y les hace partícipes de sus más profundos secretos y enseñanzas. Aunque lo reconocen como el Mesías (Cf. Mc 8,29), no parecen comprender a fondo lo que reciben y no actúan fielmente en los momentos más decisivos.

Otro dato que se puede corroborar históricamente con innumerables testimonios de los más variados orígenes es la oposición hacia Jesús de las autoridades religiosas judías del tiempo. Incluso el Talmud se hace eco de esta aversión. Los grupos que encabezan esta oposición aparecen perfectamente individuados en Los Evangelios.

La crucifixión es el hecho más cierto que conocemos de Jesús, el que aparece en más fuentes y con más seguridad. Sabemos que fue crucificado y sabemos casi al detalle cómo se produjo este suplicio, pero no conocemos plenamente los motivos y el papel de las personas que intervienen activamente en ella. Todavía hoy se discute la responsabilidad de cada personaje, muchos de ellos perfectamente identificados por diversas fuentes históricas. El relato de la pasión no es un acta de sesiones ni una relación documental, ese no era el estilo judío, pero unánimemente los especialistas afirman que este relato es el más antiguo de Los Evangelios y, por tanto, el más próximo a los acontecimientos. Incluso se aportan datos de testigos oculares que transmiten los hechos (Cf. Mc 14,51 ss.; 14,66 ss.; 15,21; 15,40 ss.), indicaciones muy precisas del tiempo y del lugar que resultan coincidentes entre sí y aumentan el valor testifical de los textos.

Norberto Rivera Carrera

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BIENVENIDO A QUNRÁM Lugar de consulta sobre religión, política. hitoria y Geográfia del Medio Oriente
En Palestina estàn los Valles de Murrabbaat y Khirbet Mird, en la región del noroeste del Mar Muerto.En marzo de 1947 fueron encontrados unos rollos los cuales han traido nuevas asombrosas revelaciones. El primer descubrimiento fue en las cuevas calizas de la región conocida hoy como Valle de Qumran.Se proponen tres períodos para los Rollos del Mar Muerto. (1) Período Arcaico (200-150 antes de J.C. (2) Período Hasmoneano (150- antes de J.C. - 30 antes de J.C. ) , (3) Período Herodiano (30 antes de J.C. - 70 después de J.C.).
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