Si Dios cuidaba de su tierra, sus fieles, el pueblo judío, debía también tener conciencia de su responsabilidad ecológica. El clima mediterráneo, su flora y su suelo, se hallaban en un delicado equilibrio amenazado, además, por las guerras.
De ahí que al conquistar aquella tierra, Dios dijo a los israelitas refiriéndose a sus enemigos: “Les expulsaré poco a poco, hasta que tú te multipliques y te apoderes de la tierra” (Éxodo 23:30). Y los israelitas, celosos de su tierra y confiando plenamente en las promesas de Dios, poco a poco fueron expulsando a sus enemigos, afianzándose en el cuidado y el cultivo de sus tierras y asentándose en ellas.
Juntamente con el uso cuidadoso de la tierra se presenta la pequeña comunidad de los latifundios. Los profetas se resistían a la formación de grandes latifundios, aún cuando en los días de David existían tierras de la corona y también trabajo forzado. Las conquistas por las grandes potencias, como la de los asirios, eran desastrosas para el delicado equilibrio del medio ambiente de Israel.
GEOGRAFÍA DE LAS TIERRAS BÍBLICAS
Las referencias bíblicas a la geografía de la tierra son exactas y confiables. Pero estas alusiones son incidentales y no céntricas al relato. No obstante, si cotejamos los datos sobre la distribución de la flora, algunas referencias al clima y otros materiales del Antiguo Testamento, encontramos que la descripción es correcta.
La evidencia es lo suficientemente precisa para demostrar que durante los tiempos bíblicos, el clima era estable y las zonas ecológicas que describimos actualmente son las mismas de los tiempos bíblicos. La única diferencia sería el área boscosa, la ubicación de los asentamientos y otras variables similares relativas a la ocupación humana.
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