EL DIVORCIO, DERECHO DEL MARIDO
Solamente el marido tenía derecho a romper el matrimonio exigiendo el divorcio; era un derecho arbitrario y caprichoso.
Si una mujer salía a la calle sin cubrirse la cabeza, ofendía hasta tal punto las buenas costumbres que su marido tenía el derecho y hasta el deber, desde el punto de vista religioso, de echarla de la casa y divorciarse de ella sin estar obligado a pagarle la suma acordada en el contrato matrimonial.
La mujer judía que perdía su tiempo en la calle hablando con unos y otros, o la que se ponía a hilar en la puerta de su casa, podía ser repudiada por su marido sin compensación económica alguna. Incluso cuando a la esposa se le quemara la comida, podía ser repudiada por el esposo, según manifestaba el rabino y maestro judío Hillel el Viejo o el Sabio (70 a.C. al 10 d.C.). Otro motivo podía ser que el marido descubriera algo torpe en su esposa, lo cual le daba la libertad para buscar otra más joven y adquirirla.
Si la novia tenía relaciones con otro hombre era considerada una adúltera y su castigo era la lapidación. Si la adúltera era una mujer casada, el castigo que se le reservaba era el de la estrangulación. Pero para el hombre no había castigo alguno. En la mujer sólo veían superficialidad, sexo y peligro, por lo que siempre trataban de guardarse de ella.
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