Escépticos o creyentes a ultranza, consultores de pitonisas, adivinas u otras yerbas todos a esta altura del año leen "algo", se "aasoman" o preguntan por sus signos y por los próximos doce meses. Después, la vida continúa y se desdibujan los pronósticos, aunque no falta el que recuerda eso que leyó y grita a los cuatro vientos que sabía que "eso" pasaría.
Todos sabemos que las brujas no existen pero que las hay las hay y que aparecen en estas noches de renovación sin escobas y sin gorros negros puntiagudos. Están allí con nuestras fantasías y culturas, cerca de los sahumerios o el ajo y también la ruda macho.
Valor. Lo cortés no quita lo valiente y si hay que prestar la atención a las predicciones prácticas tan antiguas como la humanidad, se hace sin vergüenza. Adelante, todo es válido en este universo lleno de incertidumbre.
Cada uno con su año
Claro que la fecha es sólo un hito, diría que más aún, es arbitraria, ya que los países orientales manejan otros calendarios. Ya no es el gregoriano que rige en la mayoría de los países occidentales y que fue modificado e impuesto en 1.582, por el Papa Gregorio XIII.
Este calendario se rige por el sol mientras que otros lo hacen por la luna, pero como el tiempo tiene sus vueltas y vericuetos hay años con un día más o hay que agregar minutos o sacarle segundos para qué el día a día, de 24 horas, pueda completar 365, con las cuatro estaciones correspondientes.
Las distintas civilizaciones han estudiado desde años inmemorables cómo contar o determinar los períodos anuales; así los chinos esperan la segunda luna llena después del 21 de diciembre, para celebrar el año nuevo a los que denominan con los nombres de animales, que adornan su constelación y dominan su horóscopo. Sus orígenes son tan inciertos, que se remontan a miles de años, por lo tanto su calendario duplica o más al nuestro.
El pueblo judío ya va por el año 5.769, y sus festejos son en septiembre. Es que no todos los países festejan el 31 de diciembre y el 1 de enero como el fin de un ciclo anual. Por ejemplo un sector de la Iglesia Ortodoxa continúa celebrando el 14 de enero como el fin del año. Amén de los mapuches que lo hacen el 24 de junio, junto con el solsticio, de invierno; mientras los islámicos adecuan las fechas entre fines de enero e inicios de febrero.
Para los tibetanos tampoco la fecha es exacta y lo hacen entre enero y marzo; mientras que en Tailandia, Camboya, Birmania y Bengala las reuniones transitan entre el 13 y el 15 de abril. Cuando el 31 mire el cielo y tire alguna estrellita o globo inflable, recuerde que millones de personas en el universo esperan otras fechas y se preparan para otros momentos. Es que la renovación de los deseos, de nuevas metas, el dejar atrás los malos momentos y seguir aferrados a la vida, eso, todavía, no se ha globalizado. Y cada quien, único e irrepetible, tiene su año nuevo o algo bueno para su futuro inmediato al alcance de la mano y sólo hay que agarrarlo.
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