Por qué se puede considerar a los Evangelios como fuentes seguras para descubrir al Jesús histórico, real.
En primer lugar, hay que hacer una consideración debida: recordar que los Evangelios son, ante todo, testimonios de la fe. Sin embargo, no por ello no son libros históricos. Son escritos que están contados por hombres creyentes, que se dirigen a comunidades concretas y que buscan una utilidad, que es transmitir la revelación de Dios hecho hombre. Pero la fe de la comunidad primitiva se basa en la historia, se funda en hechos concretos, no en ideas. La fe de las primeras comunidades cristianas se nutre de lo que pasó, de los acontecimientos, y se convence por los hechos, no por las ideas. Por eso está profundamente interesada en la realidad de los hechos que creen. Por eso es absurdo admitir que los Evangelios pretenden ser sólo relatos, leyendas, para sustentar ideas. Tampoco hay que dejar de lado la consideración de que, en el tiempo en que fueron escritos los Evangelios, la fe significaba exigencia, riesgo, incluso de la propia vida, compromiso, sacrificio. Por ello, los primeros cristianos eran los primeros que estaban interesados de verdad en los hechos que sustentaban su fe, y sospechaban de las ilusiones. Querían tener sólidos fundamentos para vivir lo que tanto les costaba.
Es verdad que la primitiva fe cristiana se alimentaba con la confianza en las profecías del Antiguo Testamento, pero esto no pone en tela de juicio los fundamentos históricos de esta fe, pues la prueba de las profecías no radica en la predicción, sino en los hechos reales que le dan cumplimiento. La fe no pudo irrumpir espontáneamente con un entusiasmo vacío surgido sin ningún fundamento, sino que requería hechos reales para encender el entusiasmo de fe de la comunidad primitiva. La fe en Cristo Resucitado está documentada ya inmediatamente después de su muerte. Por ello, no se puede comparar el desarrollo de la tradición cristiana con las leyendas que han surgido a través de los siglos. La tradición cristiana no es sino la continuidad del testimonio inmediato de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, Dios hecho hombre. Para la fe cristiana primitiva no hay otra explicación fuera de los hechos históricos referidos en el Evangelio.