Existen varias imágenes, pero como veremos, ninguna de ellas carece de credibilidad. La única realidad es que la imagen del monasterio de lavras es una de las pinturas más antiguas en las que un pintor inmortalizó uno de los posibles rostros de Jesús.
El Rostro en el sudario de Tarín
Mateo hace referencia a este sudario explicando que José de Arimatea lo utilizo: “Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia” [Mt.27:59]. Marcos también lo menciona: “... el cual compro una sábana, y quitándolo, lo envolvió en la sabana” [Mc. 15:46]; por su parte Lucas explica: “Y quitándolo, lo envolvió en una sabana, y lo puso en el sepulcro abierto en una peña...” [Lc. 23:53]; Juan es más explicito y detalla como José de Arimatea y cuero de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos. También tras la resurrección de Jesús se menciona esta sabana o sudario que aparece en el sepulcro vació: “Y bajando a mirar, vio los lienzos puestos alli, pero no entro. Luego llego Simón Pedro tras él y entro en el sepulcro y vio los lienzos puestos allí y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte [Jn.20:5 y sig]. La Sabana Santa revela que la imagen que aparece en ella no esta pintada. Sino que se trata de una impresión dejada por el cadáver de un hombre. Un estudio realizado por la NASA, revela que los ojos del muerto fueron tapados, como era costumbre por dos monedad, y estas eran monedas romanas de la época de Jesús. También revela que el hombre al que envolvió murió desprendiendo sangre, y que recibió 120 golpes. La sangre es autentica y pertenece al grupo AB, y el cadáver estuvo poco tiempo en el manto. Por la sangre se sabe que llevaba una corona de espinas, que fue atravesado por una lanza y que murió crucificado.
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