«LUNARIO NOVO» DE 1582: LA REFORMA GREGORIANA DEL CALENDARIORoma, Appresso Vincentio Accolti, 1582
Volumen de papel, de 300 x 225 mm., 405 folios, encuadernado en pergamino; en la parte anterior: fasciculus primus divisio tertia Additorum Ad Caps. XV, Armar. XV n° 4, sive volumen secundum scriptorum quae similiter sunt a Gregorio XIII sua manu vel illustrata vel indicata. MDCXXVII. ASV, A.A., Arm. I‑XVIII, 5506, f. 362r
Con la bula Inter gravissimas del 24 de febrero de 1582 Gregorio XIII decretaba valientemente la reforma del calendario vigente entonces, no sin provocar poca oposición en el mundo – según las tradiciones religiosas ligadas a una cronología ya canonizada por el uso – así como también la aprobación de eruditos y generaciones venideras.
El calendario juliano, así denominado por Julio César que lo estableció en el año 46 a.C., estructuraba el año civil en 365 días, añadiendo 1 día cada 4 años (año bisiesto), necesario para equilibrar la descompensación de aproximadamente 6 horas entre el año civil y el año solar; según este cálculo, que entonces parecía exacto, se había establecido el equinoccio de primavera el 25 de marzo y el solsticio de invierno el 25 diciembre. Con el paso de los siglos se dieron cuenta de un error de cálculo en el calendario juliano que producía la adición de un día cada 128 años, y consiguientemente provocaba que las fechas del equinoccio y del solsticio se retrasaran cada vez más. Sin embargo, dado que la Iglesia determinaba las fiestas móviles litúrgicas según la Pascua, y ésta a su vez estaba ligada al equinoccio de primavera, se sintió la urgencia de aportar variaciones a dicho calendario. Sin mencionar otros intentos de reforma, recordamos el que propuso el Concilio de Trento, al que correspondió la obra de Gregorio XIII.
Según los estudios del médico y astrónomo calabrés Luigi Lilio, con la bula anteriormente mencionada se establecía el nuevo calendario, evitando los inconvenientes del calendario en vigor con la supresión de 10 días en el mes de octubre: por decreto papal el mes de octubre en 1582 se quedó sin los días del 5 al 14, ambos incluidos, y por tanto se pasaba inmediatamente del día 4 al día 15. Asimismo, el papa ordenaba difundir el nuevo calendario en todo el mundo y ordenaba a los tipógrafos, bajo penas severísimas, que no procedieran a imprimir el calendario sin la expresa autorización pontificia, con el fin de evitar, entre otras cosas, graves errores.
El «Lunario Novo según la nueva reforma» que aquí se reproduce, sin duda es uno de los primeros ejemplares de calendarios impresos en Roma tras la reforma gregoriana; ahora se encuentra encuadernado en uno de los volúmenes misceláneos de papeles del papa Boncompagni compuestos en 1627 por el ya citado Giovanni Battista Confalonieri, oficial del Archivo de Castel Sant’Angelo. Cabe destacar en el calendario, entre otros detalles curiosos, la falta de los días 5-14 en el mes de octubre y la autorización pontificia para su impresión (arriba: Con licentia delli Superiori... et permissu Ant(onii) Lilij).
Volumen de papel, de 300 x 225 mm., 405 folios, encuadernado en pergamino; en la parte anterior: fasciculus primus divisio tertia Additorum Ad Caps. XV, Armar. XV n° 4, sive volumen secundum scriptorum quae similiter sunt a Gregorio XIII sua manu vel illustrata vel indicata. MDCXXVII. ASV, A.A., Arm. I‑XVIII, 5506, f. 362r
Con la bula Inter gravissimas del 24 de febrero de 1582 Gregorio XIII decretaba valientemente la reforma del calendario vigente entonces, no sin provocar poca oposición en el mundo – según las tradiciones religiosas ligadas a una cronología ya canonizada por el uso – así como también la aprobación de eruditos y generaciones venideras.
El calendario juliano, así denominado por Julio César que lo estableció en el año 46 a.C., estructuraba el año civil en 365 días, añadiendo 1 día cada 4 años (año bisiesto), necesario para equilibrar la descompensación de aproximadamente 6 horas entre el año civil y el año solar; según este cálculo, que entonces parecía exacto, se había establecido el equinoccio de primavera el 25 de marzo y el solsticio de invierno el 25 diciembre. Con el paso de los siglos se dieron cuenta de un error de cálculo en el calendario juliano que producía la adición de un día cada 128 años, y consiguientemente provocaba que las fechas del equinoccio y del solsticio se retrasaran cada vez más. Sin embargo, dado que la Iglesia determinaba las fiestas móviles litúrgicas según la Pascua, y ésta a su vez estaba ligada al equinoccio de primavera, se sintió la urgencia de aportar variaciones a dicho calendario. Sin mencionar otros intentos de reforma, recordamos el que propuso el Concilio de Trento, al que correspondió la obra de Gregorio XIII.
Según los estudios del médico y astrónomo calabrés Luigi Lilio, con la bula anteriormente mencionada se establecía el nuevo calendario, evitando los inconvenientes del calendario en vigor con la supresión de 10 días en el mes de octubre: por decreto papal el mes de octubre en 1582 se quedó sin los días del 5 al 14, ambos incluidos, y por tanto se pasaba inmediatamente del día 4 al día 15. Asimismo, el papa ordenaba difundir el nuevo calendario en todo el mundo y ordenaba a los tipógrafos, bajo penas severísimas, que no procedieran a imprimir el calendario sin la expresa autorización pontificia, con el fin de evitar, entre otras cosas, graves errores.
El «Lunario Novo según la nueva reforma» que aquí se reproduce, sin duda es uno de los primeros ejemplares de calendarios impresos en Roma tras la reforma gregoriana; ahora se encuentra encuadernado en uno de los volúmenes misceláneos de papeles del papa Boncompagni compuestos en 1627 por el ya citado Giovanni Battista Confalonieri, oficial del Archivo de Castel Sant’Angelo. Cabe destacar en el calendario, entre otros detalles curiosos, la falta de los días 5-14 en el mes de octubre y la autorización pontificia para su impresión (arriba: Con licentia delli Superiori... et permissu Ant(onii) Lilij).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Sus comentarios son impotantes. Gracias