Los fantasmas del pasado
Ciencia y religión
Por Armando Alonso Piñeiro
Hace ya muchos años que los científicos -tanto ateos como creyentes en religiones varias- vienen trabajando para encontrar pruebas terminantes de determinados hechos religiosos, insertos en los libros sagrados fundamentales del cristianismo y del judaísmo.Tres décadas atrás fueron autentificados los olivos de Getsemaní, el huerto de Jerusalén adonde Jesús y sus apóstoles se retiraron a orar luego de la Ultima Cena, a los pies de aquellos árboles. Se supo entonces que los olivos actualmente custodiados por los sacerdotes franciscanos son los mismos de los años primitivos del cristianismo, los mismos, en efecto, a cuyos pies se prosternó Jesús el día anterior a su crucifixión.El reverendo José Montalverne de Lancastre, superior de la Orden, se hizo eco de los experimentos científicos. Tanto él como el profesor Simón Lavi -máximo experto en el tema- han fallecido, pero en 1977 aquellas experiencias conmovieron al mundo.La edad de los árboles se verificó mediante el carbono radiactivo, resultando su edad en dos mil trescientos años. Sobre ellos se midió la presencia del carbono 14, utilizándose un tipo radiactivo, vale decir, inestable. Se sabe que toda planta viviente posee determinada cantidad invariable de carbono normal y también radiactivo, aunque en mínima proporción. Cuando la planta llega a su fin, el carbono normal sigue incólume, pero el radiactivo se transforma lentamente en ázoe y por lo tanto, tiende a agotarse. Como lo explicó en su momento un experto en estos temas, “la madera muerta desde hace 5.600 años posee la mitad del radiocarbono presente en la madera viva. Después de 12.600 años posee un cuarto. Y en los olivos de Getsemaní la reducción del hidrocarbono debe haber comenzado hace más de dos mil años”.Un experimento paralelo, realizado con métodos más tradicionales, condujo a resultados similares: “Los olivos tienen por lo menos 1.600-1.800 años, pero podrían ser más viejos. Para establecer la edad exacta sería necesario arrancarlos”, medida ésta que a nadie se le ocurre.En otro orden de cosas y de religión, también se verificó por la misma época la comprobación de la existencia de Noé, del Diluvio Universal y del Arca famosa, pero con variables sorprendentes y de riguroso orden científico, producto de los estudios realizados por un oceanógrafo muy conocido hace treinta años: el profesor André Capart.Las diferencias encontradas por los expertos se deben a “errores de traducción de los relatos primitivos tomados por la Biblia o por una generalización poética y simbólica de un acontecimiento contado por algunos de quienes fueron sorprendidos por la inundación”.El Diluvio ocurrió hace aproximadamente ocho mil quinientos años, alrededor del 6.500 antes de Cristo. Lo curioso es que se debió a un calentamiento general de la corteza terrestre, fenómeno que desvela a la humanidad del siglo XXI: “La lluvia y la fundición de glaciares en los polos y otras zonas elevaron el nivel del mar en poco más de 55 metros. Como en aquel tiempo los humanos vivían al lado de los mares, más del ochenta por ciento de la Tierra quedó inundada”. Entonces se construyeron arcas, refugiándose en ellas familias con sus animales. Porque en apariencia resulta que se produjo más de un diluvio. Las causas del calentamiento son desconocidas, pero hay una prueba irrefutable: antes del Diluvio, el mar Negro era un lago de agua dulce, y a causa del calentamiento se unió al Mediterráneo.Mil años antes de Cristo se produjo otro diluvio universal, y el nivel del mar ascendió en esa ocasión cinco metros. Los antropólogos y etnólogos han descubierto que tribus tan lejanas entre sí como las precolombinas y del Medio Oriente conservan en sus leyendas la historia de un Diluvio Universal.Así se unen, en armoniosa labor, científicos de todas las tendencias, demostrando la veracidad de los textos bíblicos, que no son otra cosa que la historia humana.
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