La Conmemoración de los Fieles Difuntos, popularmente llamada Día de Muertos o Día de los Fieles Difuntos, es una celebración cristiana que se celebra cada 2 de noviembre, y cuyo objetivo religioso –desde el punto de vista católico- es orar por aquellos que han acabado su vida terrenal y que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio. Algunos cristianos que no creen en el Purgatorio, esta fecha es un momento de reflexión de cómo se lleva la vida y si la persona está preparada para morir en gracia, habiendo aceptado a Jesús como su salvador personal. Para la Iglesia Católica, la práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2° de los Macabeos en el Antiguo Testamento dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46). Siguiendo esta tradición, en los primeros días de la cristiandad se escribían los nombres de los hermanos que habían partido en la díptica, que es un conjunto formado por dos tablas plegables, con forma de libro, en las que la iglesia primitiva acostumbraba a anotar en dos listas pareadas los nombres de los vivos y los muertos por quienes se había de orar. En el siglo VI los benedictinos tenían la costumbre de orar por los difuntos al día siguiente de Pentecostés. En tiempos de San Isidoro (636 d.C) en España había una celebración parecida, el sábado anterior al sexagésimo día antes del Domingo de Pascua (Domingo segundo de los tres que se contaban antes de la primer Cuaresma) o antes de Pentecostés. En Alemania cerca del año 980, según el testimonio de Widukind, abad de la Corvey, hubo una ceremonia consagrada a la oración de los difuntos el día 1 de noviembre, fecha aceptada y bendecida por la iglesia. San Odilón u Odilo en el 980, abad del Monasterio de Cluny, en el sur de Francia, añadió la celebración del 2 de noviembre como fiesta para orar por las almas de los fieles que habían fallecido, por lo que fue llamada "Conmemoración de los Fieles Difuntos". De allí se extendió a otras congregaciones de benedictinos y entre los cartujos; la Diócesis de Lieja la adoptó cerca del año 1000. En Milán se adoptó el siglo XII, hasta ser aceptado el 2 de noviembre, como fecha en que la iglesia celebraría esta fiesta. En la Iglesia Católica, para esta celebración se recita el Oficio de Difuntos y las Misas son de Réquiem, excepto cuando el 2 de noviembre cae en domingo, pues no se puede celebrar misa de exequias o de difuntos en domingo (por la resurrección de Cristo), razón por la que los cristianos orientales celebran esta fiesta en sábado, aunque puede pasarse al 3 de noviembre. En España, Portugal y América es tradición que los sacerdotes celebren tres misas ese día. Una concesión parecida se solicitó para todo el mundo al Papa León XIII, pero aunque no la concedió, sí ordenó un Réquiem especial en 1888. En las Iglesias Ortodoxas de Rusia, Grecia y Europa del Este, hay varios días dedicados a la oración por los difuntos, muchos de ellos caen en sábado, durante el tiempo de la Cuaresma o Pascua. Según el rito de la Iglesia Ortodoxa Griega, esta fiesta se celebra en la Víspera de la Sexagésima, o en la Víspera de Pentecostés. Mientras que la Iglesia Armenia, celebra la "Pascua de los difuntos" al día siguiente de Pascua de Resurrección. En la Iglesia Serbia hay también una Conmemoración de los difuntos, celebrada el sábado siguiente a la fiesta de la Concepción de san Juan Bautista (23 de septiembre). Durante la Reforma Protestante, la celebración de los Fieles Difuntos fue fusionada con la de Todos los Santos por la Iglesia Anglicana, aunque fue renovada por ciertas iglesias conectadas con el Movimiento de Oxford en el siglo XIX. Entre algunos protestantes no anglicanos la tradición ha sido mantenida tenazmente. A pesar de la influencia de Lutero, que abolió esta celebración en Sajonia y de las penas eclesiásticas luteranas, sobrevive esta celebración en la Europa protestante. Otras iglesias protestantes, como las evangélicas o los Testigos de Jehová, no celebran alguna fiesta análoga en memoria de los difuntos, pues ese concepto no está dentro de sus creencias y dogmas. La tradición de asistir al cementerio para rezar por las almas de quienes ya abandonaron este mundo, está acompañada de un profundo sentimiento de devoción, donde se tiene la convicción de que el ser querido que se marchó pasará a una mejor vida, etc., sin ningún tipo de dolencia, como sucede con los seres terrenales. En Francia, la gente de todos los rangos y credos decora los sepulcros de sus muertos en el Jour des morts (día de muertos). En México esta celebración se combinó con elementos indígenas y del sincretismo resultó una original celebración en el Día de Muertos, distinta de las otras naciones católicas. Mientras tanto en zonas andinas de Sudamérica, especialmente en Ecuador, Perú y Bolivia, la costumbre es preparar e intercambiar entre familiares y amigos las guaguas de pan para consumir con la chicha morada que en algunas áreas rurales son también ofrendas principales en los cementerios. Estas tradiciones del Día de los Fieles Difuntos no son más que una cristianización de antiguos ritos paganos, como los que los celtas celebraban, de la que derivó el Halloween, tradición que sigue siendo mantenida en los países anglosajones; mientras que la celebración religiosa no lo es. |
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